Crisis del B-737MAX 9 (I): se encienden todas las alarmas

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El sábado 6 de enero, el vuelo de Alaska Airlines AS1282, operado por un Boeing B-737MAX 9 despegó de Portland. En pleno ascenso, la aeronave sufrió una descompresión y el desprendimiento de la puerta de emergencia trasera y de un asiento que, afortunadamente, estaba vacío. Inmediatamente, el capitán detuvo el ascenso, se declaró en emergencia y comenzó el procedimiento para aterrizar nuevamente en el aeropuerto, cosa que concretó unos 20 minutos después. El procedimiento terminó con los 171 pasajeros y los seis tripulantes a salvo. A las pocas horas, la FAA ordenó poner en tierra la flota de Boeing B-737MAX 9 y exigió “inspecciones inmediatas antes de que puedan volver a volar”. “La seguridad seguirá impulsando nuestra toma de decisiones mientras ayudamos en la investigación de la NTSB (National Transport Safety Board) sobre el vuelo 1282 de Alaska Airlines”, agregó titular de la FAA, Mike Whitaker. En un brevísimo comunicado, Boeing expresó: “La seguridad es nuestra principal prioridad y lamentamos profundamente el impacto que este evento ha tenido en nuestros clientes y sus pasajeros. Estamos de acuerdo y apoyamos plenamente la decisión de la FAA de exigir inspecciones inmediatas de los aviones B-737MAX 9 con la misma configuración que el avión afectado. Además, un equipo técnico de Boeing está apoyando la investigación de la NTSB sobre el suceso de anoche. Seguiremos en estrecho contacto con nuestro regulador y nuestros clientes”. En Latinoamérica esto supuso complicaciones para Copa Airlines, que opera un total de 21 MAX 9 y para Aeroméxico que cuenta con otras 20 unidades. Cabe recordar que tanto Gol Linhas Aéreas como Aerolíneas Argentinas también son usuarias, en la región, de los B-737MAX pero no de la versión hoy cuestionada, la 9, sino de la 8.