Discriminación a bordo. Cuando todos somos responsables

0
613

Esta semana se conoció en redes sociales el video de un supuesto pasajero de Aerolíneas Argentinas que acababa de llegar en un vuelo y criticaba, muy despectivamente, a una azafata a la que comparó con un animal grande y tosco.

Obviamente la crítica – o más que la crítica, la discriminación – generó el repudio de la opinión pública, del gremio que representa a los tripulantes y obviamente de la compañía que lo hizo, también mediante un video, que mostraba una serie de históricos avisos publicitarios de la compañía mostrando auxiliares recibiendo o atendiendo pasajeros en el avión.

La actitud discriminatoria y bullinesca del supuesto pasajero es repudiable, se trate de una azafata o de cualquier otra persona. Hasta aquí, todos de acuerdo.

Sin embargo, las aerolíneas, no solo las argentinas, son en gran parte responsables de haber generado a través de su publicidad un estereotipo de azafata que siempre luce bonita, delgada, alta, bien maquillada, impecable en su uniforme, descansada y siempre con una sonrisa. Es más, en muchos casos modelos contratados.

Estereotipo que viene, seguramente, desde el origen de la aviación comercial, cuando volar era solo para una elite que se vestía especialmente y a ningún pasajero se le ocurría abordar un avión en ojotas, top o musculosa, ni apoyar sus pies desnudos en el tapizado del avión.

Pero fueron las aerolíneas y sus publicitarios – asumo lo que me corresponde por mis años como responsable de las comunicaciones de las dos aerolíneas más importantes de la argentina – los que contribuyeron a generar la imagen de esa mujer ideal (u hombres, por qué no) que nos asisten durante el vuelo y nos guía profesionalmente, Dios no lo quiera, en una emergencia.

Un ejemplo de ese estereotipo son justamente las protagonistas de los avisos que utilizó Aerolíneas para contestarle al “discriminador” de como ellos valoran el trabajo de sus azafatas. Claro, que todas son jóvenes, bellas, delgadas, altas, descansadas y siempre sonrientes…

Esto supone haber llegado al punto en que la realidad y la ficción en algún punto se acerquen.

Pero discriminación, no importa a quién o a qué, nunca más. Ni en la tierra ni en el cielo.