En las últimas semanas, la producción del B-737MAX se derrumbó a un solo dígito por mes, producto de los controles que las autoridades están realizando en las fábricas de las afueras de Seattle. La Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA) impuso un límite de 38 aviones al mes tras una explosión en un B-737 MAX en enero, atribuida a un error de montaje. Pero hoy la tasa de producción fluctúa muy por debajo de este nivel y a finales de marzo cayó hasta un dígito. El jefe financiero de Boeing, Brian West, dijo el mes pasado que estaba tomando medidas integrales para fortalecer la calidad y generar confianza. La FAA está “profundamente implicada y emprendiendo una auditoría más dura que cualquier otra que hayamos pasado antes”, dijo West. Los fabricantes de aviones cobran por sus aparatos en el momento de la entrega, pero el ritmo de producción subyacente dicta el pulso de un sistema industrial que alimenta a miles de proveedores aeroespaciales en todo el mundo. También se espera que la ralentización de la producción de Boeing repercuta en el sector de las aerolíneas, que recortarán vuelos de su programa o ampliarán los contratos de arrendamiento de aviones existentes para satisfacer la demanda.
