La designación de Fabián Lombardo como presidente y CEO de Aerolíneas Argentinas este martes sorprendió a muchos, aunque era número puesto desde tres días antes. Es que lo que sorprendió no fue tanto el nombre sino la estrategia de Milei para con un símbolo de su campaña política.
¿Por qué alguien que supone continuidad? ¿Por qué alguien que, lo sea o no, está identificado con La Cámpora después de haber sido convocado para conducir nada menos que la Dirección Comercial en las dos oportunidades en que la militancia kirchnerista ejerció la conducción de la empresa: la de Mariano Recalde (2009-2015) y la de Pablo Ceriani (2019 a dic 2023)?
¿Por qué la inclinación por Lombardo de Milei? ¿Es un reconocimiento a su trabajo en Aerolíneas? ¿Es una venganza para que quien encare el proceso de traspaso de la empresa a los empleados y, luego, eventualmente la privatización, sea uno de ellos? ¿Para que sea uno de ellos quien después que dijeron que la empresa daba ganancias y que no eran necesarios los subsidios se arregle ahora con lo puesto? Es decir, ¿que cargue con el ajuste?
Y ni hablar de alguien que sepa moverse y no morir en el intento en un mercado desregulado.
Claro que también puede ser la necesidad de poner al frente de la empresa a alguien que venga de la industria, algo a lo que habría que remontarse muchos años atrás para encontrar un ejemplo. Salvo que se le reconozcan aptitudes para manejar una aerolínea comercial a algún brigadier por el siempre hecho de haber piloteado un avión militar.
Nadie pone en duda la trayectoria (ver nota aparte) de Lombardo en la aviación comercial. La duda es ¿por qué fue el elegido – lo que inicialmente es una buena noticia –, y como será tomado por el personal de la empresa, sus pares y los gremios? ¿Cómo uno de ellos o cómo un traidor?
Ese, quizás, sea el desafío más difícil. En Aerolíneas, lo difícil no está afuera sino adentro.
