Si bien el año pasado no los unió el amor, sino el espanto, cuando formalizaron un acuerdo de código compartido para tratar de “sortear” la mayor crisis de la industria aérea, la relación llegó a su fin. Y no en los mejores términos.
Mientras LATAM alegaba en un comunicado que “el acuerdo no cumplió con las expectativas” y que con señales de recuperación del mercado brasileño, invertiría en la reanudación de su oferta doméstica prepandémica; Azul informaba que finalizaba el acuerdo ya que se encuentra en un proceso superador que la obligaba a dar un paso al costado a su asociación con LATAM.
Y muchos quisieron ver, en ese “proceso superador” la posibilidad que Azul se haga de su principal competidor en Brasil, principalmente cuando el Presidente de Azul Linhas Aéreas, John Rodgerson, indicó que “la ahora mayor aerolínea brasileña en número de pasajeros transportados, por su posición de liderazgo en el mercado doméstico brasileño y su situación financiera, ha contratado consultores y está estudiando activamente las oportunidades de consolidación”, destacando que la finalización del acuerdo por parte de LATAM Brasil “es una reacción al proceso de consolidación”.
La agencia internacional Reuters, dio fuerza a esta teoría lo que provocó una rápida subida en las acciones de Azul (y una baja en las de LATAM).
Rápida de reflejos, la empresa que comandan los hermanos Cueto comunicó que “la aerolínea no había recibido ninguna oferta de Azul, que las conversaciones no estaban en marcha y que LATAM no tenía intención de vender ninguno de sus negocios”.
El CEO de Latam Brasil, Jerome Cadier, aclaró esta semana que no está en los planes vender la empresa. “No hay, ni hubo, ningún interés en la separación. Latam Brasil no está a la venta”, dijo.
Por su parte Enrique Cueto argumentó durante un encuentro del Instituto Chileno de Administración Racional de Empresas que «Brasil es esencial para decir que hoy somos el 6% del tráfico mundial. Es un país inmenso, súper difícil, pero LATAM sin Brasil no existe»