¿Para cuándo el Ministerio de la Inteligencia o, por lo menos, del Sentido Común?

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No es habitual en Aviación News que sus periodistas escriban en primera persona, pero en este caso haremos una excepción para contar de primera mano cómo es viajar durante la pandemia “atemperada” y cómo es vivir en el país de la improvisación.

El domingo 30 de noviembre viajamos a Miami por cinco días. Como buenos ciudadanos hicimos todos los trámites, incluyendo las declaraciones juradas, a través de la Aplicación Cuidar, y cumplimos con todo el protocolo dispuesto por el ministro Ginés González García. Bueno, en realidad, casi todo.

La primera sorpresa la tuvimos cuando intentamos infructuosamente hacer el web check in en Aerolíneas Argentinas, donde fracasamos una y otra vez, hasta que nos convencimos que esta posibilidad no existía cuando son vuelos a Estados Unidos.

Por lo tanto, nos vimos obligados a incumplir con aquel punto importante del protocolo que recomienda ir con el boarding Pass impreso o, mejor, en el teléfono, para evitar el contacto cara a cara con los empleados.  Pero no, el trámite fue a la vieja usanza en “modo” anterior al pre, pre check in.

El resto todo tranquilo. Quizás, demasiado. Pocos vuelos, poca gente en el aeropuerto, muchos negocios – inclusive de comida – cerrados (es cierto que el vuelo era tarde) y sin un salón VIP abierto donde pasar un rato.

La sorpresa, por lo menos para quienes no viajamos durante la cuarentena, es la bolsita transparente que le entregan al pasajero en la puerta del avión conteniendo lo que sería su cena y desayuno (un sándwich, una medialuna con jamón y queso, un budín; bolsitas de papas fritas y frutas secas, barritas de cereales, una cajita de jugo y una botella de agua mineral). Pero a no desesperarse, ya que la comisario anunció con aire de satisfacción que habría “bares abiertos durante toda la noche a disposición de los señores pasajeros”. El problema, lector, es qué entiende cada uno por un bar. En un primer intento logré un vaso de agua (no me animé a preguntar si había algo más), pero ya en la segundo arremetida logré un vaso de gaseosa (la que estaba abierta, nada para elegir) al natural. A la vuelta fue distinto: había distintas gaseosas (siempre al natural) y hasta café!!!!

LA ARGENTINA PENÉLOPE

Pero más allá de estos pequeños detalles, atribuibles si se quiere a la pandemia, el problema no es Aerolíneas, sino Argentina. Esta Argentina actual en la que se teje de día y desteje de noche para al día siguiente volver a empezar.

El domingo 30 salimos de Buenos Aires habiendo cumplido con todos los protocolos exigidos. Cuando llegamos a destino y conectamos el móvil, descubrimos que durante la noche se había dispuesto (le echan la culpa, no podía ser de otra manera, a Ginés Gonzalez García, ministro de Salud) que pasados tres días tanto los extranjeros como los argentinos que llegaran a la Argentina desde el exterior deberían contar con un PCR negativo. No negociable por una cuarentena en casa.

La situación no era tan fácil. El hisopado no podía tener más de 72 horas de efectuado y quienes lo hacían demoraban entre 24 y 48 en entregar el resultado, por lo que nos obligaba a sacar papel y lápiz para ver cuál era el momento exacto en que debíamos abrir la boca. Pero había otra complicación: se necesitaba pedir turno y los turnos los daban quienes hacían el hisopado. Más papel y lápiz.

También era un problema dónde hacerlo, en especial para alguien que no es del lugar y que se encuentra de vacaciones o trabajando. Ni cuanto costaba (en Argentinas se hablaba de 5.000 a 8.000 pesos). No pude evitar pensar en un grupo familiar.

Alguien nos dijo que en sectores de la playa de estacionamiento del Dolphin Mall se hacían hisopados. Perdimos un turno, Nos los dieron para el día siguiente. Los tiempos eran muy justos. Igual nos fuimos a ver que podíamos hacer (además de hacer un poco de shopping, ya que estábamos) pero nos sorprendimos ya que, pese a tener un turno para el día siguiente, nos permitieron hacer en ese momento el hisopado oral.

La fila al rayo del sol era larga, aunque no tanto por la cantidad de gente sino por el distanciamiento social. Una empleada, con una poderosa laptop incorporaba los datos, luego otra, después de corroborar los mismos, entregaba una bolsita transparente rotulada con todos los implemento para la muestra. Finalmente el hisopado. A las 24 horas vía email llegó el resultados. Y todo, absolutamente gratis.

No sé qué suerte habrán tenido otros argentinos, en la misma situación, por el mundo.

Satisfechos, después de cumplir como buenos ciudadanos con lo que nos pedían de urgencia nuestros meticulosos gobernantes y haber resuelto un imprevisto que nos preocupó y robó tiempo, nos topamos nuevamente con nuestra Argentina Penélope. En el ínterin, algún funcionario (imposible saber cuál, ya que todos se responsabilizan entre sí) razonó que el plazo de tres días para quienes ya se encontraban de viaje era absurdo y casi impracticable. Entonces destejió la resolución anterior y en una noche transformó los tres días en quince días.

(Nota: “Argentina Penélope”, es el nombre del programa de Carolina Amoroso en TN)

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