Los militantes de La Cámpora demostraron esta semana que están logrando, con la inestimable ayuda de la pandemia, su objetivo de volver como en los cincuenta, a un monopolio aéreo estatal. Un esquema que en el continente solo tienen Cuba y Venezuela, pero que ya no encaja en el mundo.
El primer zarpazo fue a fines de junio de este año con Latam Airlines Argentina luego de un largo y prolijo trabajo de pinzas con los gremios aeronáuticos. En la Asamblea de Accionistas de Aerolíneas, por unanimidad, y de Austral, por mayoría, se aprobó la fusión de ambas empresas formalizando la disolución de Austral Líneas Aéreas. Lo que queda es apenas un trámite, que puede ser largo, pero un trámite al fin.
De esta manera se ponía fin a una empresa con 63 años de historia que en muchos momentos exasperaba a los empleados de Aerolíneas cuando les ponían el espejo donde compararse. En este caso, la estrategia fue “si no puedes vencerlos, únete a ellos”. Y tuvieron paciencia y aprovecharon la gran oportunidad que les brindó la cuarentena y la política.
El último obstáculo que va quedando son las low cost. Flybondi y JetSmart, que tenían programado retomar sus vuelos desde El Palomar la semana pasada pero las autorizaciones que debía emitir la ANAC no llegaron a tiempo, supuestamente por falta de una evolución epidemiológica de los destinos, por lo que debieron cancelar los vuelos.
Superado esa barrera, y pese a que tanto el ministro de Transporte como la titular de la ANAC, habían adelantado que El Palomar iba a estar operable, apareció intempestivamente el ORSNA – cuya dependencia de Aerolíneas y La Cámpora es total, – para decretar que la única terminal aérea en condiciones de operar en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) es Ezeiza. Un comunicado de Flybondi es más que elocuente: “El Palomar o nada”.
Da mucha bronca e impotencia ver como están destruyendo a la competencia. Argentina, un país inviable,