Las sanciones occidentales sobre la aviación rusa están teniendo un precio elevado. Y no sólo es por la falta de repuestos que complica la existencia de las aerolíneas sino porque su mercado y su clientela se han visto súbitamente reducidos. Las compañías, tanto estatales como privadas, pierden abundante dinero, lo que ha obligado al gobierno a ayudarlas.
Rusia debió destinar el equivalente a 12 mil millones de dólares, para salvar a la industria de la aviación, incluyendo aquí también a los fabricantes que ya iban mal antes de la guerra y que siguen sin levantar cabeza.
Antes de la guerra, Rusia tenía un sector aeronáutico con pérdidas, que recibía subvenciones de unos 6 mil millones anuales. Pero desde entonces las cosas han empeorado notablemente y el Kremlin, que tiene menos ingresos, ha de gastar más en mantener las comunicaciones en el país.
La industria de la fabricación de aviones no tiene clientes fuera del país, lo que la hace no competitiva. De hecho, las aerolíneas rusas prefieren aviones occidentales, salvo que el Gobierno les obligue a lo contrario. Pero ahora más que nunca hay que mantener a los fabricantes porque son fundamentales para mantener la flota operativa.
La situación es tan complicada que los expertos dudan de que Rusia pueda volver a volar a Occidente si recuperara la normalidad, debido a la acumulación de problemas con la flota, incluida la occidental.
La situación es tan crítica, según Preferente, que las aerolíneas rusas están pidiendo al Gobierno a que permita que los aviones de más de cincuenta años de antigüedad puedan seguir volando, dada la aguda escasez de repuestos para los más modernos.
Una cuarta parte de esos aviones, que ahora cumplen cincuenta años, tienen que ser retirados según la legislación aprobada antes de la guerra de Ucrania. Los directivos de las aerolíneas se han reunido con las autoridades para reclamar que tanto los An 24 como los An 26 puedan continuar activos unos años más.
