Visitando Islas Malvinas, 42 años después. Crónica de un viaje en familia

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En la mente del viajero argentino, muchas veces está pendiente un viaje a las Islas Malvinas, ya sea para conocer su naturaleza, o – principalmente – para conocer nuestra historia, tan presente y tan lejana a la vez. Y lo de lejana lo decimos por el costo del viaje, por las dificultades de esta parte del territorio y la poca información disponible en las redes. Pero, por otra parte, solo son 80 minutos de vuelo desde Rio Gallegos, que una vez por mes Latam opera obligatoriamente, ya que el resto de los sábados, el vuelo cruza el espacio aéreo argentino desde Punta Arenas sin escalas. La otra opción para viajar a las islas son los cruceros estivales que paran unas horas en Puerto Argentino, en donde los argentinos utilizan la breve parada para visitar el cementerio de Darwin.

A pesar de estas dificultades, es posible viajar a las islas, como lo demuestran los cada vez mayores videos en redes sociales de viajeros a Malvinas. Y es que sin contar los turistas que llegan en crucero y copan los servicios por unas horas, la mayoría de los viajeros que llegan en avión son argentinos, ya sea subiendo directamente en Rio Gallegos, o procedentes desde Santiago de Chile -con dos escalas-. El resto de los pasajeros del vuelo semanal de Latam, o son Kelpers camino a Londres partiendo desde la base militar de Mount Pleasant-Rio Gallegos (una vez al mes)-Punta Arenas-Santiago-Madrid-Londres, o son empleados de empresas pesqueras o navales (españoles y asiáticos principalmente), que regresan a sus países luego de operar en la zona.

Al regreso de viaje, nos llamó la atención la cantidad de argentinos que preguntaron si se podía viajar a las islas con documentación argentina. Y la verdad es que no tuvimos ningún inconveniente. En Rio Gallegos, fuimos aproximadamente 20 argentinos los que subimos al avión -nadie bajó en esa escala procedente de Santiago y Punta Arenas- a los que solo nos controlaron DNI, ya que para la Dirección Nacional de Migraciones, ir a las islas no implica dejar el país. En el trámite de abordaje ya se empieza a vivir un ambiente especial, tanto por la ilusión de los viajeros, como por ver las indicaciones del aeropuerto que anuncian un vuelo a las Malvinas, incluso desde los funcionarios que controlan el check-in. Otro ambiente será al aterrizar en la mayor base militar de la OTAN en el hemisferio sur, por lo que los vuelos son anunciados por Latam con destino a Mount Pleasant.

Aquí los funcionarios serán de varias nacionalidades, los que a pesar de recibir un vuelo civil, deben tener las consideraciones de un ambiente militar, en donde moverse libremente fuera de la terminal y sacar fotografías está prohibido. Las instalaciones son mínimas y austeras, pero con Free Shop, y en donde los empleados realizan todo lo necesario para el ingreso. Aquí si nos pedirán el pasaporte y sin problemas nos lo sellarán, consultando principalmente propósito del viaje y reserva del alojamiento. En teoría se pide seguro de salud especifico con repatriación aérea, pero a nosotros no nos lo pidieron. Consejo: armarse de paciencia y moverse con tiempo, todo tramite aeroportuario demora más de lo habitual, incluso el check in debe realizarse más temprano de lo normal, ya que el mismo personal que lo realiza, debe estar liberado para recibir el vuelo que llega del continente.

Para recorrer los 80 km de la única ruta asfaltada desde la Base hasta Puerto Argentino, hay pocas opciones de transporte. Taxi, reservado previamente, o contratar al único servicio de bus, el cual cuesta 80 libras por persona, y del que hay que reservar por mail. El colectivo no parte hasta que todos los pasajeros hayan subido, ya que nadie puede quedar en la Base Militar. Contratar este servicio no es fácil, ya que demoran en contestar, y su empleada habla un mal inglés, y a pesar de que más tarde nos contaron que es de Perú, nunca hizo el intento de hablar español sabiendo que íbamos desde Argentina. A las demoras en dar respuesta, se suma que, para gestionar el pago, la única forma fue enviarle la foto de la tarjeta de crédito, ya que se debe pagar por adelantado. El viaje es hasta el alojamiento, ya que Puerto Argentino es un pueblo chico de poco más de 2.500 habitantes.

Las opciones para alojarse están repartidas en pocos hoteles, los cuales no tiene precios muy competitivos, pero por comentarios de otros viajeros dan un buen servicio. Al momento de buscar hotel, priorizaría los cercanos a la costanera o al centro del pueblo, ya que ahí es donde se concentran los pocos negocios. En nuestro caso, conseguimos una muy buena alternativa por Airbnb, que cuenta con cada vez más alternativas locales, el cual queda frente al mar y a una cuadra del supermercado de la Falkland Island Company. Esta compañía es la dueña de casi todo, como de los servicios de bus al aeropuerto, las rentadoras de autos, maneja la importación de productos y otras cosas más. Alquilar una casa para cuatro personas en Airbnb resultó incluso más barato que un hotel, y con la libertad de tener una casa totalmente equipada para cocinar y ahorrar. Si bien nosotros llevamos comida desde el continente, es posible conseguir productos para comer a precio razonable, aunque el promedio es bastante caro, sobre todo los productos frescos, ya que todo es importado. Pero cuidado, en los supermercados existen promociones a muy buen precio de productos por vencerse, ya que importar la mayoría de los alimentos desde Europa tiene su costo, y no es cuestión de desperdiciar. Incluso algo tan común en el mundo como una lata de coca cola debe recorrer más de 13.000 km para llegar a sus consumidores de esta parte del mundo.

¿Qué hacer y cómo moverse por la isla?

Como solo hay un vuelo semanal, hay que programar actividades para 6 días completos. Las alternativas, o están relacionadas al avistaje de fauna y sus paisajes, o tienen que ver con los recuerdos de la guerra y los espacios en los que se desarrollaron los acontecimientos. Si bien es posible alquilar vehículo, esto no es recomendable ya que muchos de los caminos a los sitios de interés pasan por campos privados en los que hay que tener autorización previa, de los que no es fácil conseguir la información, y por caminos agrestes y sin señalización. De cualquier manera, cuando uno consulta vía mail a la única rentadora de la Isla, son reacios a contestar, diciendo que las condiciones no son adecuadas para choferes argentinos, ya que se maneja a la usanza inglesa, por la izquierda…

Quienes también son reacios a contestar son las personas que realizan salidas en excursión, la otra opción para recorrer la Isla. Si bien existe una página oficial del “Gobierno Isleño” (Falkland Island Tourist Board), mucha de la información que contiene está desactualizada, en donde varias de esas opciones directamente no responden a los mails. En las Islas nos comentaron que esto se debe a que varios no quieren viajeros argentinos, ya que suele haber algún intercambio de opiniones fuera de lugar. Quienes en nuestra experiencia responden son emprendedores que tienen camionetas (Land Rover por supuesto) para guiar a los viajeros, pero con poca flexibilidad u opciones ya que no son empresas. Por lo tanto, es ideal contactarse con tiempo, analizando las posibilidades que ofrecen, y previendo que no es barato y que se debe pagar en efectivo.

Nosotros pudimos coordinar los paseos con tres guías distintos. Dos personas de avanzada edad, nacidos en Canadá y en las Islas británicas, y un joven chileno. Es de destacar que en las islas se ve un proceso de avejentamiento de la población similar al que se ve en Europa, con la diferencia que aquí la inmigración es mucho más difícil. Con los guías “anglosajones” hicimos tours de naturaleza, visitando playas, colonias de varias especies de pingüinos, incluido al Pingüino Rey, y de demás fauna igual a las de las costas patagónicas. También visitamos lugares de nombres muy recordados y movilizantes para los argentinos como Pradera del Ganzo, la Bahía de San Carlos, Bahía Agradable, Isla Elefante, etc. en donde los guías/choferes comentan sus vivencias durante la época de la guerra, y en donde nosotros preferimos escuchar su punto de vista, ya que no tienen sentido la discusión, y nadie va a cambiar de parecer sobre la cuestión de soberanía en un viaje en camioneta.

           

Una de las visitas principales para nosotros fue el Cementerio de Darwin, por lo que significa, por el lugar donde está emplazado y por la realización para nosotros de lo que costó, en donde los caídos argentinos, por decisión de las familias, están en las propias islas por las que lucharon. El cementerio inglés de San Carlos tiene solo 16 tumbas. Nuestra guía solo nos llevó hasta el estacionamiento del cementerio argentino, excusándose muy diplomáticamente para no entrar, pero nunca hizo un comentario fuera de lugar. Otro guía, nos contó sus vivencias de la guerra, pero con la visión del niño que era. Su propuesta, para no ofender a nadie en las charlas en los viajes fue nombrar a este pedazo de territorio como Islas, ni Malvinas ni Falkland, así nadie imponía nada a nadie.

Lo que nos llamó la atención fueron los tours ofrecidos para visitar específicamente “recuerdos de la guerra”. A pesar de que el gobierno local ha limpiado mucho el territorio, quedan espacios de mucha significancia, pudiéndose visitar caminando el Monte Longdon y el Monte Dos Hermanas, permitiendo que comprendamos un poco en este campo cercano a Puerto Argentino como fueron los combates. Aquí aún se pueden ver y visitar cocinas de campaña, cráteres de los bombardeos, trincheras, restos de helicópteros y morteros. Esto Tour, única posibilidad en español, lo realizamos con un joven guía chileno, quien nos aseguró que el “sabe que les interesa visitar a los argentinos” y la verdad que no se equivocó, siendo muy respetuoso, y dándonos el tiempo necesario en cada lugar.

Una visita aparte es el pueblo de Puerto Argentino, el cual tiene lógicamente toda la fisonomía de un pueblo inglés, y varios recordatorios a “nuestros liberadores”, incluyendo el monumento a la Thatcher, y la calle Jeremy Moore. Es también un lugar de visita la Casa del Gobernador, en donde se llevó a cabo la rendición inglesa del 2 de abril. En este pueblo frio, de poca gente en la calle, y donde los empleados son chilenos, filipinos o de otras nacionalidades, también existe un museo de su historia a cargo de voluntarios de las islas. Aquí se cuenta su visión de la historia, haciendo referencia a la Argentina solo desde antes de 1833, o durante la guerra. Obviamente, esta visión muy parcial le hará subir la presión, pero en la sala específica del Territorio Antártico británico tendrán de primera mano la razón de su presencia tan lejos de sus casas.

Conclusión, este es un viaje que los argentinos vivirán con todos los sentidos, y del que hay que programar muy bien la estadía. Será un viaje inolvidable como pocos, en el que uno empezará a entender la visión Kelper, pero que, al mismo tiempo, reforzará el reclamo argentino de este pedazo de nuestra Patagonia.