Catamarca en verano (pero en la puna)

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Y sí, un verano decidimos ni sierras ni mar, y nos fuimos a Catamarca. Y si bien la ciudad de Catamarca es una linda y calurosa capital de provincia, con su siesta obligatoria, es también el hogar de la gruta de la Virgen del Valle y de una elegante catedral. Si lo religiosos no está entre las atracciones que más lo llaman, puede visitar el interesante museo Arqueológico Adán Quiroga que tiene una muestra cada una de las culturas originarias de la zona. Para completar esta visita, y a solo 5 km se puede visitar el museo de sitio de Pueblo Perdido de la Quebrada, que muestra las ruinas de la cultura aguada.

En auto puede subir por la Cuesta del Portezuelo, lugar famoso por la zamba “Paisajes de Catamarca” popularizada por Los Chalchaleros, que en poco menos de 20 km sube en infinidad de curvas más de 1000 metros ofreciendo unas vistas del valle inigualables. Desde aquí es posible disfrutar de excursiones en parapente, pero si no se anima, por lo menos dele una oportunidad a la hostería que se encuentra en la cima y a sus riquísimas humitas a la olla.

Pero la idea de conocer esta provincia no estaba pensada para el valle, sino por el contrario, para andar los 550 km que existen para llegar a la puna catamarqueña. En la localidad de Londres, a medio camino, visitamos el Sinchal de Quimivil, el cual está considerado el mayor sitio arqueológico de la Argentina, recibiendo el sobrenombre de “el Machu Picchu argentino”.

Y finalmente llegamos a la localidad de Antofagasta de la Sierra, habiendo pasado por paisajes que pasan del verde de los valles a los inmensos espacios abiertos de la puna. Este pueblo de poco más de 400 habitantes, y a 3320 metros sobre el nivel del mar busca posicionarse como un nuevo destino de aventura, y culturas y paisajes no le faltan. Año a año va sumando alternativas de alojamiento, que se suman a la hostería municipal, así como a las opciones para comer y de los guías necesarios para conocer los alrededores de esta porción de la puna con los cielos más celestes que se puedan ver.

En el pueblo, o a pocos km caminando por este oasis verde de la puna, se pueden ver paisajes y atardeceres inigualables, pinturas rupestres; corrales con ovejas, cabras y llamas; y volcanes extintos con ruinas en su base como lo es el volcán Alumbrera. Este volcán es fácil de subir y no representa dificultad más que el de enfrentar la altura y caminar algo más de una hora y media de subida. Es fundamental viajar liviano, llevar suficiente agua, abrigo y protección para el sol como gorro, anteojos y protección solar. A la noche es imperdible alejarse un poco del pueblo, y apreciar la infinidad de estrellas que este cielo limpio nos ofrece.

Y ahora si, después de negociar con nuestro guía, con su bien equipada 4×4, iniciamos recorridos por lugares con muy pocos vestigios de actividad humana. La primer opción que enfrentamos consistió en dar una vuelta de todo el día por el Volcán Galán, que tiene una altura máxima de 6100 msnm, pero que en la camionera llegaremos solo hasta el borde del cono del volcán a 5100msnm, para luego descender a la caldera más grande del mundo con 34 km de diámetro. Aquí, circulando por huellas, veremos lagunas llenas de flamencos, vicuñas, zorros y hasta es posible divisar cóndores en este ambiente tan difícil a tanta altura que no hay que tomarlo a la ligera. Ideal detenerse a almorzar a en este espacio increíble luego de haber pasado por las fumarolas que nos recuerdan que estamos dentro de un volcán.

El camino sigue al norte para salir de la caldera y descender al salar del Hombre Muerto, en donde se pasa por la supuesta tumba que da nombre al salar, y se llega también a la mina abandonada de Incahuasi, y su pasado incaico y colonial. El regreso es por la ruta provincial 43, que pasa por una moderna mina de explotación de litio, y regresa hacia el sur por un oasis verde, a la vera de un arroyo lleno de vida entre tanto ocre y desierto.

Al otro día se programa nuevamente salir bien temprano para visitar el salar de Antofalla, el más largo del mundo con 400 km de largo, así como el pequeño pueblo del mismo nombre. Aquí ese el mejor lugar para descubrir las formas de vida de estos pobladores, y la de algún puestero que también visitamos para compartir unos mates (mucho antes de la pandemia). Las producciones de algunas verduras y frutas en los verdes oasis donde encontramos pobladores son las casi únicas posibilidades en estas tierras de extremos climáticos, y donde se ve como se crían animales para consumo.

Al regreso pasamos por los Ojos de Campo, que son tres pequeñas lagunas muy características, una negra, la otra azul y por último la rojiza.

El último día lo reservamos para seguir conociendo estos paisajes infinitos, ahora hacia el sur del pueblo, en donde ya de regreso a la capital provincial coordinamos con el guía que nos deje en pueblo de El Peñón para tomar el colectivo de regreso. Pero antes no podíamos dejar de visitar el Campo de Piedra Pómez, la principal atracción que nos dio pie para conocer todas las otras atracciones de la zona que no teníamos idea. El Campo de Piedra Pómez se encuentra en un área protegida provincial, y solo es accesible por una huella en 4×4 y con guía, ya que son lugares a los cuales si surge un inconveniente con el vehículo o si se equivoca el camino será un problema. Es difícil de describir el paisaje del Campo, al que algunos describen como de “olas petrificadas”, que a lo lejos se ve como una lengua más de arena rodeada de dunas, pero que de cerca permite caminar entre su paisaje realmente único.

Como siempre nos despedimos con el compromiso de volver a la provincia con más tiempo para visitar sus termas de Fiambalá y de Tinogasta, las Dunas del Tatón y recorrer el Camino de los Seismiles (por sus volcanes de 6000 msnm) hasta la frontera con Chile.

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