TAMBIÉN “LA REVOLUCIÓN DE LOS AVIONES” ATRAVIESA UNA ZONA DE TURBULENCIA SEVERA

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De esto no se habla. Por lo menos no públicamente, aunque sí hay mucho intercambio entre gente de la industria, que hasta el año pasado ni se hablaba. Las aerolíneas argentinas viven, posiblemente, uno de sus peores momentos del ciclo actual. Si bien no hay una cifra exacta, las estimaciones hablan de pérdidas este año superiores a los U$S 350 millones. Solo Aerolíneas Argentinas, que supuestamente iba a necesitar subsidios por U$S 90 millones, va a demandar unos U$S 250 millones, por arriba de lo que requirió el año pasado. El 2017 parecía ser el año del despegue definitivo, con comunicados de prensa todos los meses destacando records de tráfico, el crecimiento exponencial de algunas compañías, la llegada de nuevos jugadores, el bautismo de nuevos aviones y la inauguración constante de nuevas rutas y escalas. ¿Qué pasó en tan poco tiempo? Primero una recesión que se agravó en los primeros meses de 2018, luego el incesante incremento del precio del petróleo y finalmente una devaluación del peso del 80% en pocos meses. Un golpe mortal para quienes vivían de los argentinos que viajaban al exterior y un mazazo para las empresas que operan en cabotaje, con ingresos en pesos pero con el 80% de sus costos en dólares o dolarizados. Es cierto que aún se publican mensualmente, aunque mucho más tímidamente, cifras positivas de tráfico, pero a costa de una guerra despiadada de promociones y tarifas que en la mayoría de los casos no llegan a cubrir los costos operativos, como reconocen en privado los directivos de las empresas. Si hasta los chárters, tabla de salvación para algunas aerolíneas, desaparecieron para este verano. ¿“Qué operador se va a exponer a contratar vuelos especiales al Caribe o a Brasil si no sabe si va a tener pasajeros”?, se resignó un directivo. Obviamente el instrumental para enfrentar la tormenta no es el mismo en cada caso. Hay empresas, previsoras, que ya hace un tiempo redujeron flota y cerraron escalas, con el consiguiente despido de personal. Otras lo hacen ahora, cuando el leasing en dólares de algunos aviones se hace insostenible. También están las que ralentizan los proyectos a la espera de que amaine el temporal. Solo el Grupo Aerolíneas tiene una salida distinta: intentar vender algunos activos, no reemplazar aviones que estaba previsto quedaran fuera de servicio, demorar la renovación de la flota de Austral y la internacional de Aerolíneas y reducir frecuencias, pero por sobre todas las cosas, más subsidios, que ahora pasarán a llamarse “aportes de capital”. Adiós al sueño del déficit cero.