Esta semana Mauricio Macri se atrevió a decir que con lo que el Estado le transfirió en los últimos meses a Aerolíneas Argentinas se podían haber urbanizado todas las villas de la ciudad de Buenos Aires. No lo dijo, pero seguro que lo pensó, que con los fondos transferidos desde el 2008 hasta la fecha se podían haber comprado dos líneas aéreas más grandes que Aerolíneas Argentinas y Austral juntas. Pero no fue más allá. No dijo que haría con la empresa en caso de ser gobierno. Lo mismo ocurre con todos los presidenciables, aún los que están más cerca de la actual administración. O especialmente éstos. ¿Impotencia? ¿Falta de imaginación? ¿Miedo a los gremios? Aunque todos, absolutamente todos, coinciden cuando se los consulta con que “algo hay que hacer”. “Que la empresa no puede seguir demandando del Tesoro 2 millones de dólares diarios”. Pero no mucho más, cuando lo que el ciudadano espera es que los políticos esbocen un proyecto de política aérea – en el que Aerolíneas es solo un problema -, para poner a la Argentina al nivel de los países de la región. La segunda, después de Asia-Pacifico, que más crece.
