Los especialistas en manejo de crisis en líneas aérea suelen decir que si la empresa tiene una buena imagen previa y se maneja correctamente durante una crisis -incluyendo las comunicaciones- es posible que se recupere después de un accidente. Pero las cosas ya no son tan fáciles si hay un segundo siniestro. Todos coinciden en que Malaysia Airlines es una muy buena compañía. Bien considerada por los usuarios y con una muy buena imagen general. Pero el 8 de marzo, un B777 con 239 pasajeros a bordo que cumplía el vuelo MH370 entre Kuala Lumpur y Pekín, simplemente desapareció. Cuatro meses después, otro B777 con 298 personas en su interior fue derribado por un misil disparado, según los servicios de inteligencia de EEUU, por los rebeldes prorrusos cuando el avión sobrevolaba Ucrania. La compañía llevaba tres años consecutivos registrando pérdidas. Desde inicios de 2011, acumula pérdidas por U$S 1.500 millones. En 2013 la empresa registró una pérdida de aproximadamente US$ 367 millones y en el primer trimestre de 2014, la caída fue de US$ 139 millones. Por encima de los US$ 87,6 millones del año anterior. Los analistas habían anticipado, antes del 17 de julio, perdidas hasta el 2016. Su mayor problema es la competencia que le generan las low cost en la región. El viernes, al otro día de la tragedia del MH17, las acciones de Malaysia Airlines se habían desplomaron un 11,11 % en el Bolsa de Kuala Lumpur. Nadie sabe que va a pasar ahora. Después del primer accidente la empresa se había puestos a trabajando agresivamente buscando limpiar su reputación. Ahora deberá esforzarse el doble. ¿Le alcanzará?
