Finalmente, las compañías modificaron sus planes, incrementaron sus ofrecimientos y terminaron por convencer al Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ) que dio luz verde a la fusión. American y US Airways ofrecieron vender cierta cantidad de slots en determinados aeropuertos a compañías aéreas de bajo costo para garantizar la competencia. En concreto, ambas empresas deberán reducir su presencia en los aeropuertos de Boston (Logan), Chicago (O’Hare), Dallas (Love Fields), Los Ángeles, Miami, Nueva York (La Guardia) y Washington (Ronald Reagan). La decisión resulta un tanto arbitraria, puesto que la combinación de ambas compañías no resulta con el mismo impacto en todas las terminales mencionadas. Mientras en Boston y Chicago la combinación de ambas supone un tercio del total de asientos en el destino, en Los Ángeles esa cifra se reduce al 20% y en Nueva York crece al 30%. En WAS, en cambio, American y US Airways acaparan el 57% de los asientos ofertados. Pero curiosamente no se incluyen Charlotte y Philadelfia, donde ambas tendrán una posición absolutamente dominante: 92% en el primero y 76% en el segundo. Pese a esto, el DOJ destacó lo logrado: “Este acuerdo tiene el potencial de cambiar el escenario del sector aéreo. Al garantizar un mayor respaldo a las compañías de bajo costo en aeropuertos clave de Estados Unidos, el acuerdo garantiza a los pasajeros que contarán con una mayor competencia en rutas sin escalas y de conexión de todo el país”, afirmó el Fiscal General de Estados Unidos, Eric Holder. “Era vital para millones de consumidores que se beneficiarán de precios más competitivos y de mejoradas opciones de viaje”, agregó el funcionario. La empresa que surja del “matrimonio” conservará la marca y el nombre de American y su sede en Fort Worth, contará con un staff de 94 mil empleados, una flota de 950 aviones y operará 6.500 vuelos diarios. La facturación alcanzaría los US$ 39 mil millones anuales
