ES LA INDUSTRIA, ESTUP… ESTIMADOS

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La frase “es la economía, estúpidos”, adjudicada a James Carville, estratega de la campaña de Bill Clinton en 1992, debe ser de las más repetidas en artículos de marketing político. En cuanto a la industria aerocomercial, no me animaría a decir estúpidos, porque son perspectivas de vista y un agravio innecesario, pero sí pone en evidencia una discusión básica que nadie está dispuesto a poner “sobre el tapete”. Muchos por ignorancia, pero la mayoría por picardía, lo cierto es que algunos periodistas, políticos y gremialistas, suelen recurrir al argumento que en muchos países los gobiernos suelen salir en ayuda de sus empresas con fondos públicos para justificar de esa manera los millones de dólares que cuesta a los argentinos mantener a Aerolíneas Argentinas. Suelen argumentar que Estados Unidos dispuso de U$S 25.000 millones o que Europa está utilizando fondos públicos para sostener a sus compañías mediante préstamos. Lo que evitan decir es que el apoyo no está dirigido a una empresa sino a una industria. Y que es muy razonable que los países defiendan las actividades estratégicas y que las ayuden a competir satisfactoriamente contra la de los demás países.
Es habitual -lo hizo Estados Unidos para sostener su industria aérea después de los atentados terroristas del 9/11- que el Estado disponga de mecanismos, como desgravación impositiva, eliminación de aranceles y tasas y hasta disponer de subsidios para fortalecer una actividad que circunstancialmente está en problemas. Lo que uno no va a encontrar es el subsidio directo a una empresa. ¿Qué es sino el Capítulo 11 de la Ley de Bancarrota de Estados Unidos a la que han recurrido prácticamente todas las aerolíneas de ese país para sobrevivir? ¿Y a la que acaba de acogerse Avianca? Una herramienta que ofrece la ley de ese país para que una compañía en situación de convocatoria pueda reestructurarse y salir a flote: allí las empresas renegocian sus convenios laborables, reducen destinos y vuelos, renegocian contratos, quitan beneficios, devuelven aviones y despiden gente. La opción es: o reestructurarse o morir. Todas, hasta ahora, sobrevivieron. ¿Cuál es la situación de la industria en Argentina? Muy difícil previa a la pandemia y directamente imposible si no se aplican medidas que ayuden a la industria. Salvo para Aerolíneas Argentinas, si como país estamos dispuestos a aceptar erogaciones este año de cerca de 1000 millones de dólares para la empresa estatal. Por el año 2002, con una devaluación que produjo efectos devastadores en la aviación donde la mayor parte de los costos son en dólares y los ingresos en pesos, Eduardo Duhalde firmó el Decreto 1654 de Emergencia Aerocomercial. Pero las medidas contenidas allí para ayudar a la industria en general nunca se aplicaron. Néstor Kirchner, tarde, también vio el problema y dictó un nuevo decreto que ratificaba las medidas de su antecesor recién en el 2006, sin embargo sus funcionarios nunca pusieron en marcha las medidas (Aerolíneas era privada por ese entonces)
¿Por qué esta insensibilidad hacia una industria fundamental para un país con las características físicas de la Argentina? En ese entonces simplemente porque había que expulsar a los españoles -y su pésima gestión- de Aerolíneas pero impidiendo al mismo tiempo que las otras empresas se desarrollen como para convertirse en una amenaza para la ahora empresa estatal. ¿Qué está haciendo Brasil ahora? Otorgando ayudas para la industria aérea en su conjunto. ¿Qué había hecho Brasil en 2006 bajo el gobierno de Lula? Varig era una empresa más grande, con más aviones, empleados, rutas y prestigio que Aerolíneas Argentinas. Una empresa, también como la nuestra, que no advirtió que el mundo había cambiado. Era una empresa privada. Cuando su caída era inevitable, muchas voces le reclamaban a Lula -un presidente surgido de las filas obreras- que el Estado salvara a la empresa. Los argumentos eran los mismos: la conectividad aérea y las miles de familias desprotegidas. Lula dijo que como presidente de todos los brasileños no podía disponer de la plata de todos los ciudadanos para rescatar una empresa privada. Y Varig cayó. Pero otras empresas más eficientes, que ya venían trabajando en un mercado desregulado, ocuparon rápidamente ese lugar. Y no hubo desconexión. Y si hubo empleados que quedaron en la calle, fueron muchos más los puestos de trabajo que las otras empresas generaron. Suponer que sin Aerolíneas el país se queda sin posibilidades de conexión, es evitar analizar el problema en su conjunto. Lo que falta en la Argentina, donde todas las empresas son importantes y necesarias, es contar con una política aérea. De lo contrario, solo asistimos a un subsidio por desempleo, sólo para algunos.