El lado B de Florianópolis, la más argentina de las playas brasileñas

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Cuando alguien piensa en Florianopolis, lo primero que viene a la mente es playa. Y argentinos visitándola (alrededor de 1 millón al año, la gran mayoría en auto). Con el inicio de vuelos de FlyBondi, donde estuvimos invitados, tuvimos la oportunidad de abrir el abanico y cambiar un poco el sentido de estas “máximas”. Llegamos en avión, claro y recorrimos un poco del “lado B” de la ciudad, su cultura, gastronomía, centros comerciales, el recientemente abierto puente Hercílio Luz, sus mercados, murales y ferias.

 

Las autoridades locales vienen llevando a cabo un intenso trabajo de mejora para que los turistas disfruten más del destino.

 

Posadas, hoteles, departamentos, casas y Resorts son las alternativas a la hora de elegir el alojamiento y por esta razón Florianópolis es un destino para todos. Bañada por el Océano Atlántico, además de las playas hay dos grandes lagunas: Lagoa da Conceição (Laguna de agua salada) y Lagoa do Peri (Laguna de agua dulce). La región metropolitana de Florianópolis, constituida principalmente por los municipios de São José, Palhoça, Santo Amaro da Imperatriz y Biguaçu, cuenta con cerca de 1,5 millones de habitantes. La isla de Santa Catalina posee una forma alargada y estrecha, con un promedio de 54 km de largo y 18 km de ancho. Posee puntas, islas, bahías y lagunas.

 

Saliendo de las playas, tuvimos la oportunidad de visitar una de las sedes del Proyecto Tamar, una fundación que trabaja en la recuperación de tortugas marinas. En el predio, estos animales que son rescatados con graves heridas -muchas producidas por los mismos pescadores- reciben atención y son sometidas a controles hasta el momento que están en condiciones de reinsertarse en su hábitat, son liberadas nuevamente en el mar.

 

Otra grata sorpresa fue la oferta y calidad de opciones gastronómicas en diferentes puntos de la Isla. Santo Antonio de Lisboa y Ribeirao -ambos al Oeste- son de visita obligada para los amantes de la gastronomía marítima. Y, sobre todo, de las ostras. En Santo Antonio una experiencia más que recomendable es la de visitar el restaurante Freguesia, que permite no sólo degustar de estos moluscos en más de 30 presentaciones distintas; sino también conocer cómo es el “cultivo” de estas especies en el mar.

 

Es tal la importancia y presencia de Floripa en el mercado de las ostras que 92% de las consumidas en todo Brasil salen de la isla.

 

Con el Guía Manezinho (super recomendable) vale la pena hacer el recorrido por el casco histórico de la ciudad, visitar la catedral. Y también los imponentes murales que encierran gran parte de la historia local. Además el Mercado Amarelho (con cantidad de productos frescos), calles comerciales, el shopping mall Beiramar, la catedral Metropolitana y se pueden hacer paseos interesantes por la parte histórica para conocer las raíces de la isla.

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Un puente con historia

 

Restringido desde hace más de 30 años, debido al riesgo de colapso de la estructura, el puente Hercílio Luz que une a Florianópolis con el continente americano, tuvo finalmente un acto de reinauguración a través de un acto artístico que incluyó un desfile con más de 170 autos antiguos y miembros de la policía de Santa Catarina vestidos con uniformes similares a los que se usaron el día de la inauguración original del puente en el año 1926. El puente de 820 metros de largo fue la primera construcción en la historia en conectar el continente con la isla de Santa Catarina. Antes, los viajes eran solo en pequeñas embarcaciones y una tormenta dejaba aislada a una parte de los residentes de Florianópolis. Gracias a la estructura, el desplazamiento de personas aumentó hasta el punto de consolidar a la ciudad como la capital de Santa Catarina. Actualmente, es catalogado como Patrimonio Histórico, Artístico y Arquitectónico de Brasil.

 

Florianópolis no siempre tuvo ese nombre. Y a la mayoría de los habitantes locales no les gusta tampoco. Es que, muy por el contrario de lo que suele creerse,  no se llama así por ser “la ciudad de las flores”. Ese nombre lo eligió un presidente de facto brasileño, Floriano Peixoto (1872 – 1895), quien llegó a establecerse de forma fija en la isla. Periódicamente se reflotan iniciativas y proyectos para cambiarle el nombre, pero no han sido más que intenciones.