Nadie ignora que el 2018, pese a los buenos primeros meses, fue un año desastroso para la industria aerocomercial. Todas las aerolíneas, sin excepción, terminaron el año con sus balances en rojo. Nadie hace oficialmente la suma, pero el estimado habla de entre 350 y 400 millones de dólares. Tanto el Ministerio de Transporte (de ahora y durante la gestión anterior) como las aerolíneas prefieren hablar de pasajeros transportados y no de costos por pasajeros, rentabilidad por vuelo, yield, ni siquiera a qué precio se están vendiendo realmente los pasajes. Cualquiera que llegue de afuera puede pensar que éste es un mercado exitoso por las tarifas, las promociones y las facilidades para comprar un pasaje. Desde pasajes a un peso en adelante, o doce cuotas sin intereses, con una inflación del 50% anual. Sin embargo, en privado, todos se quejar de la situación crítica del sector y de lo absurdo de competir con una empresa que recibe subsidios, beneficios impositivos y facilidades financieras, casi, ilimitadas. Para algunos Aerolíneas, con el 67% del mercado, es quien más degrada las tarifas. ¿Cómo competir con las 12 cuotas sin intereses? ¿Cómo competir, de igual a igual, con una empresa que todos los fines de mes convoca a los argentinos a hacer compulsivamente una vaquita que le solucione el desliz económico que le permite ganar puntos de mercado? ¿Por qué no lo dicen entonces públicamente, en vez de contárselo en off the record a un periodista?, preguntó el cronista. “Porque no quiero quedar mal con el gobierno”, “Que lo diga otro”, “Porque no quiero blanquear que estamos mal, aunque estemos mal”… Y siguen las excusas. ¿Por qué no se juntan todos y hacen el planteo como sector?, sugirió sin darse por vencido el periodista. “Porque siempre hay quien prefiere hacer la individual, y dejar que sea el otro el que se exponga haciendo el planteo”. “Dietrich, teléfono”.
